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El papa se inspira en San Manuel González para dar un discurso a seminaristas

El papa Francisco ha tomado como inspiración al que fuera obispo de Málaga de 1920 a 1935 y constructor del Seminario de Málaga, San Manuel González, para el discurso que ofreció el sábado 10 de diciembre de 2022 a un grupo de formadores y seminaristas de Barcelona.

En palabras del Papa, «al hablar a los formandos hay dos tentaciones, la de centrarse en lo malo, teniendo en cuenta sólo las experiencias negativas y la de intentar presentar un mundo idílico e irreal. Es por ello que, manteniéndonos en este tema de la oración con el que hemos comenzado, me ha parecido interesante un librito de un obispo santo de vuestra tierra, san Manuel González, que desgrana en un rosario sacerdotal lo bueno y lo malo que nos cuestiona, haciendo de ello una plegaria que, por intercesión de nuestra Madre Inmaculada, presentamos a Dios.

Recuerden que, cuando sean sacerdotes, su primera obligación será una vida de oración que nazca del agradecimiento a ese amor de predilección que Dios les mostró al llamarles a su servicio. Este es el primer misterio gozoso del que todo nace. En esta fase de formación en la que se encuentran, les haría bien que en su oración pudieran confrontarse con las actitudes de la Santísima Virgen, preguntándose: ¿cómo estaba ella cuando Dios la llamó?, y yo ¿cómo estaba? ¿Con qué celo me planteo mi futura vida sacerdotal?, ¿me alzaré —dice san Manuel—, como una burbuja en una olla hirviente de amor, para llevar a Dios al mundo? ¿Lo llevaré hasta los montes, a lo más arduo y penoso?».

Francisco ha recogido la espiritualidad eucarística de San Manuel, el obispo de los sagrarios abandonados, afirmando que «el sacerdote "no es un dominador de las almas por la plata y el oro… su riqueza, su poder, es sólo la virtud del nombre de Jesús", eso quiere decir, hacerlo presente en la Eucaristía, en los sacramentos, en la palabra, para que nazca en el corazón de los hombres, ser en todo y siempre su instrumento. Para eso nos entregamos, como Jesús, en el templo, como víctimas, para la redención del mundo. Y, en el último misterio gozoso hay una idea muy importante para toda su vida, no la dejen nunca, me refiero a Jesús perdido en el templo, a ese Jesús al que tengo que volver siempre a buscar en el sagrario. Piérdanse allí con Él, para esperar a sus fieles: "el buen sacerdote sabe muy bien que, mientras le queden ojos para llorar, manos con que mortificarse y cuerpo que afligir, no tiene derecho a decir que ha hecho todo lo que tenía que hacer por las almas que le están confiadas"».


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