¡Ha llegado la Pascua! ¡Celebrémosla con alegría desbordante, unidos al canto del “Aleluya” que la Iglesia entera entona con actitud triunfante!
Cristo ha resucitado, pasando de la muerte a la vida, de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la luz, del exterminio a la Resurrección. Con Él resucitamos también nosotros.
Pascua es tiempo de gran alegría para la Iglesia y para toda la humanidad; es tiempo en el que culmina la salvación del género humano.Dios, en la Resurrección de su Hijo Jesucristo, no solo nos ha redimido, sino que nos ha divinizado. Cristo ha asumido la naturaleza humana para transformarla y divinizarla. El Maestro enseña a sus discípulos el camino de la salvación y los coloca junto a sí, elevándolos y enriqueciéndolos.
Glorificados con Él
Ser discípulos del Resucitado significa ser glorificados con Él. En Cristo brilla la esperanza de nuestra resurrección, porque el hombre está llamado a vivir con Dios y ser eternamente feliz.
En el primer día de Pascua, María Magdalena acude al sepulcro buscando el cuerpo del Señor y ve la piedra removida (cf. Jn 20, 1). El Señor resucitado se le aparece vivo. Ella es la primera discípula en encontrarse con el Maestro y la envía a anunciarlo a los apóstoles. El verdadero discipulado comienza con el encuentro con Cristo resucitado. El Señor resucitado se nos presenta también a nosotros de muchos modos.
La Iglesia nos regala cincuenta días de Pascua para meditar estos acontecimientos; para conocer mejor a Jesús, encontrarnos con Él, escuchar sus palabras, abrirle nuestro corazón y seguirle como buenos discípulos. Él está con nosotros, nos enseña, nos anima, nos da fuerza y nos acompaña.
Testimonio de la Resurrección
Los apóstoles vivieron el discipulado imitando a su Maestro y dando testimonio de su Resurrección (cf. Hch 10, 42).
Nosotros, como discípulos de Cristo resucitado, también estamos llamados a seguirle con fidelidad, a embebernos de su Palabra, a asimilar sus enseñanzas, a abandonar las cosas mundanas que nos apartan de Él y a dar testimonio de su vida y de su obra salvadora.
Deseo que viváis con gran alegría y profunda paz el tiempo pascual que comenzamos. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
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